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People Analytics (II): el Templo Maldito de los Datos

Tras 3 meses metido en la cueva de la reflexión, la lectura y la observación, reanudamos el año con un nuevo post sobre la relación conflictivo-amorosa entre la tecnología y las personas. Para refrescarte la memoria, en la primera entrega, People Analytics (I): en busca del algoritmo de la felicidad, nos dejamos maravillar de la mano de un Indiana Jones primerizo con las posibilidades del Big Data y su acercamiento al área de gestión de personas. Pero entonces, mi socio el del sombrero y yo, no nos dimos la suficiente pausa. Tras un periodo de estudio y profundización en el tema, nuestro intrépido «arqueólogo del dato», ya algo más curtido en estos asuntos, empezó a dudar. Dudó de esta velocidad de crucero que hemos tomado en el avance tecnológico, sin pararnos con la suficiente frecuencia a reflexionar acerca de las consecuencias e impactos que éste «avance» tiene en la sociedad. Dudó de si podremos gestionar adecuadamente el cambio que vivimos. Desde esta perspectiva, preparémonos, Winter is coming…

¡Ya nos avisaron!

De alguna manera lo hicieron. En el terreno laboral y en nuestra vida personal, desde hace años, asumimos el uso de las máquinas para tareas simples y mecanizadas y lo cierto es que estas tareas cada vez se van complicando más, las posibilidades tecnológicas llegan cada día más lejos…y nosotros, o no nos enteramos de sus repercusiones, o no lo hacemos hasta que las tenemos en las narices.

Siendo justos, sea con la mejor intención crítica o tal vez para habituarnos a la idea sin llegar a mostrarla del todo, el cine, el teatro, la literatura y las artes en general nos han ido avisando de los peligros de abrazar la tecnología sin tomar precauciones. Recordemos, por citar algunos ejemplos, las ya lejanas novelas de robots del universo Asimov (para los curiosos, su psicohistoria coincide mucho con la tecnología Big Data aplicada a las ciencias sociales), las historietas no tan alejadas de la realidad de Black Mirror, las películas consideradas de culto como la filosófica Blade Runner o planteamientos recientes como el de Her. Un vistazo a cualquiera de estas propuestas y a muchas otras no mencionadas, nos hace ver con claridad los renglones torcidos del “avance por el avance”. Y yo me pregunto: ¿Son suficientes estas alertas?

Pero, volvamos a nuestro valiente arqueólogo. En la segunda cinta de la serie (El templo maldito, 1987), nuestro amigo se debatía entre la ciencia y la fe. De la misma forma, en este post acompañaremos a Indiana Jones en su cuestionamiento acerca del avance de la ciencia en detrimento de sus usuarios; las personas. Porque el cambio tecnológico…

¡Ya está aquí!

Sí. Queramos o no, está presente desde hace años, lo estamos experimentando y no todas las perspectivas son halagüeñas. A continuación nos adentramos en el «Templo Maldito de los Datos». ¿Nos acompañas?

5 críticas al Big Data y la Inteligencia Artificial

1) ¿Nos controlan?

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Indy inicia su planteamiento crítico desde una simple pregunta. ¿Nos controlan? Se pone a pensar y observa que hoy día puedes enviar tu ubicación exacta, compartir una foto del lugar en el que estás de forma inmediata y trazar el camino más eficiente a otra localización en cuestión de segundos. ¡Son todo ventajas! Sí, pero, aunque en muchos de los casos la información sobre uno estará cifrada, alguien puede saber en tiempo real dónde estás, qué estás haciendo y a dónde vas a ir después. Eso ya no suena tan bien, ¿verdad?

Bueno, Indy, no te pongas paranoico, a nadie le interesas tanto. Generalmente, esta información que voluntariamente aportamos se utiliza como compendio de muchos datos cruzados de miles de personas para nutrir de conocimiento a quienes «juegan» con esos datos. En esta línea, las compañías que se dedican a esto expresan claramente el uso que darán a esos datos y su explicación es que buscan proporcionarnos una mejor «experiencia de usuario». Así, seamos conscientes de que cuando pasamos del «rollo» de derechos, privacidades y esas cosas, estamos dando autorización al uso de nuestros datos. Dicho esto, a nadie se le escapa que todos los servicios tienen un aroma cada vez más personalizado. Las recomendaciones por perfil de las múltiples webs de series que ahora proliferan, los anuncios que nos aparecen relacionados con nuestras búsquedas o los vídeos que hace la exitosa compañía de Zuckerberg con fotos de nuestro pasado, pretenden facilitarnos la vida e incluso sacarnos alguna que otra lagrimilla. Sin embargo, todo esto a Indiana le hace estremecerse un poco, se siente vigilado… Y dirán algunos: ¿será que tienes algo que esconder? Respondón, el arqueólogo contesta: Seguramente si, pero, ¿acaso no tengo derecho? Pues no lo pongas. Ya, pero…

(…) alguien puede saber en tiempo real dónde estás, qué estás haciendo y a dónde vas a ir después. Eso ya no suena tan bien, ¿verdad? (…)

Indy se está mosqueando con esto del control tecnológico y más cuando lee noticias como la siguiente…

Este asunto ya no es que le preocupe o moleste; le asusta. Ser monitorizado por su interacción con la tecnología (C2D, «Consumer to device») puede tener un pase, pero cuando descubre eso del Internet of things” se le viene el mundo encima. Según se informa, este concepto viene a explicar que, al estar la mayoría de objetos tecnológicos a nuestro alrededor conectados entre sí (D2D, «device to device»), en nuestra interacción con ellos, lo estaremos nosotros también, siendo así controlados por nuestro entorno. Es entonces cuando se pregunta en tono lastimero: ¿es posible escaparse de este control?

2) ¿Nos limitan?

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Todavía con el tembleque producido por el asunto del control, en su exploración se detiene en el tema de la libertad: ¿Tenemos libertad de elección? Se pregunta. Puede parecer que sí, pero sólo tiene que fijarse en los buscadores de internet para empezar a dudar. En este caso, reflexiona; la tecnología y las inteligencias artificiales que nos acompañan en nuestro avance, nos pueden hacer retroceder en nuestra libertad de elección por su carácter determinista. El cono de la curiosidad cada vez se hace más pequeño, descartándose otras opciones. Pero, se pregunta, ¿podemos no estar? Indiana sabe que no. Vivimos en un mundo compartido y tenemos la necesidad de socializar y si no, todos recibimos la presión de los demás para comunicarnos a través de los medios que existen. Todo un dilema…

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Indy también ha leído algo sobre marca personal y es consciente de que todo lo que escribe y comparte en las redes deja una huella digital. Para bien o para mal sabe que está condicionado, o peor, limitado. ¿Dirías lo mismo tomando unas copas en un bar que en el mundillo virtual? Algún que otro experto en marca personal te diría que seas tú mismo.

De acuerdo con eso. Indy, que no es tan auténtico, pero si cauteloso, cuando se lo propone, cuida lo que dice, se limita, porque no quiere pasar el mal trago que les tocó a otros como en el caso del político que hizo un chiste a Irene Villa por Twitter…

3) ¿Nos protegen?

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Parece que nuestro querido Indiana ha mitigado el peligro y asimilado esa pérdida de libertad, consolándose con aspectos como la seguridad que nos proporciona la tecnología. Aparentemente así es. Leyendo la prensa conoce avances como los relacionados con tecnología puntera centrada en la vigilancia en remoto para evitar robos o descubre con satisfacción que la monitorización en tiempo real de vehículos permite un mantenimiento automático que sirve para prevenir accidentes, por citar algún ejemplo. Se está entusiasmando de nuevo. Las posibilidades de la inteligencia artificial y de la analítica en tiempo real en materia de protección son infinitas y se está viendo por el florecimiento de los casos de uso en negocios de todo tipo. Sin embargo, se encuentra con esta noticia y su castillo de naipes se derrumba: ¿Y si la base tecnológica falla? Ver noticia: Intel: El fallo de los procesadores afecta también a móviles y otros dispositivos. Vuelve el tembleque; ¿De verdad nos protegen?

4) ¿Nos desnudan?

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Indy a estas alturas ya tiene la mirada torva. Se siente vigilado, limitado y desprotegido. Ahora se pregunta, ¿y mi privacidad? Investiga y encuentra un factor que le tranquiliza. En Junio de 2018 se aprobó la ley GDPR, mucho más restrictiva en la protección de los datos que la LOPD y estableció sanciones a las empresas que no cumpliesen, tal y como se puede ver en este articulo. 

Nota: cuando se escribió este post todavía no se había aprobado la nueva ley GDPR.

Sin embargo, hecha la ley, hecha la trampa, e Indiana, acostumbrado a tratar con malos de todo tipo, no se fía del todo. Esto de la privacidad tiene que ver con el concepto “receive as you give” (recibes lo que das), porque si queremos tener todas las facilidades que «disfrutamos», algo tendremos que dar, y en este caso se trata de nuestros datos. A nuestro aventurero este intercambio empieza a sonarle a hacer un pacto con el diablo y su sensación de desnudez se acrecienta a medida que la tecnología empieza a meterse dónde no la llaman. No encuentra mucho sobre “derecho sobre el dato” y menos jurisprudencia sobre un aspecto tan intangible, pero sí descubre que parte de su mosqueo tiene que ver con sus “expectativas de privacidad”. Si estas son superadas, es cuando viene el problema.

Y le vienen más preguntas: ¿De dónde procede el grueso de los ingresos de la plataforma de mensajería instantánea con el símbolo de un bocadillo verde más famosa del mundo? La primera respuesta que le viene a la mente es un poco ingenua: de las descargas. Indy profundiza. Navega por la web y se topa con un nuevo concepto: la venta de información a terceros. Se pone a investigar más. Visto lo visto, lo mismo hacen otras grandes compañías como la red social más famosa del mundo o el todopoderoso buscador, que es mucho más que eso, cuyo nombre nos viene a todos a la cabeza. El doctor Jones sabe que todo esto es legal, pero desea de corazón que codifiquen esa información y se atengan a la GDPR, y se pregunta: ¿y mi parte qué? Los datos de todos nosotros lo convierten ellos en conocimiento que vale mucho dinero, pero, la materia prima, ¿de quién es?

5) ¿Nos quitan el trabajo?

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Indy está exhausto. El último punto de sus reflexiones gira en torno al terreno laboral que es un campo que le preocupa, y mucho. En los últimos tiempos hay gran variedad de noticias que se centran en el debate Robots vs. Personas en el ámbito laboral. ¿La tecnología destruirá o creará empleo en los próximos años? Veamos un artículo a favor y otro en contra.

En el área de gestión de personas tenemos que ser cuidadosos con la aplicación del Big Data porque podemos desbarrar y porque encontraremos “stoppers” de todo tipo. Vendrán los que dicen que la rueda está ya inventada y los expertos se enfadarán; ¿qué pasa con la experiencia, el conocimiento y la intuición adquirida a lo largo de los años? ¿Y nuestra creatividad? ¿Y nuestras emociones? ¿Todo esto ya no tendrá valor? Además hay otro factor: el avance de las máquinas nos incomoda: ¿una maquina decidiendo quién es más apto para un puesto, cómo debo desarrollar a mi equipo o cuánto me van a pagar? Hay que andarse con cuidado, pero que la tecnología me ayude a decidir no es lo mismo que lo decida, se dice nuestro Indy…

No retiro nada de lo comentado en el post I sobre la aplicación del People Analytics en las compañías, pero me reafirmo en la idea de que las personas tenemos que estar por detrás y por delante de los procesos tecnológicos, así como del desarrollo y el seguimiento de los algoritmos de decisión, predicción, recomendación, etc. Porque la tecnología es y debe ser un medio, nunca un fin y porque, debemos ser las personas las que pilotemos las decisiones, pues, además de lo expuesto anteriormente, aunque nuestros aviones puedan volar solos, ¿tendría sentido responsabilizar a las máquinas si fallasen? Nosotros debemos ser los pilotos de nuestro DESTINO…

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Viñeta del Cómic V de Vendetta, obra de Alan Moore y David Lloyd,  una historia espeluznante y terriblemente real acerca de la pérdida de la libertad y de la identidad del individuo, que se ve inmerso en un mundo hostil, frío y totalitario que sigue las pautas de un superordenador conocido como «Destino».

Después de leer esto tal vez pienses que nuestro valiente arqueólogo exagera en sus cavilaciones. Puede ser, pero nada es mentira de lo dicho. Cierto es que Indy, en sus razonamientos, nos deja más preguntas que respuestas, pero por algo tendremos que empezar, ¿no?